jueves, 17 de mayo de 2012

OTROS DOS DIPUTADOS…"COLUMNA"...

EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ…

Por Ramón Durón Ruiz

Diariamente me convenzo de la sabiduría que posee el viejo filósofo, cuando dice: “cada mañana todos tenemos por lo menos cinco minutos de pendejez…el secreto está en no excederse”, y yo he caído en un exceso, pues este artículo debí de haberlo publicado el pasado lunes en homenaje a todos los maestros de México.

Esos hombres que ayer me enseñaron a leer, a escribir y dieron raíces fuertes y alas sólidas a mi vida y que hoy, siguen sembrando las semillas del conocimiento en millones de niños y jóvenes para que construyan un México reconciliado y fuerte.

Por eso Padre, a ti que eres el guía de mi vida, te doy las gracias por obsequiarme a mis maestros ¡Gracias!, por enviarme a esos seres maravillosos que al igual que tú, alivianan el peso de mi cruz con su solidaria sabiduría.        

Cuando se llega el 15 de mayo recuerdo con veneración y respeto a cada uno de mis maestros, a los presentes y también a los ausentes, lo hago con la gratitud de saberme embebido por la fuente de su sabiduría, por haber tenido el honor de que modelaran mi alma, el privilegio de haber sentido el oficio divino de su trabajo.

Aún tengo en mi memoria la frescura de mi maestra María, quien nos enseñó a contar en primero de primaria a un grupo de pequeños, comprando de su peculio y obsequiándonos 10 galletas de animalitos, mismas que una a una disfrutábamos en el recreo con un trago de agua de la llave.

Hoy, a pesar de que al viejo filósofo le pesan la carga de los años, veo a la distancia a mis maestros como una generación de gigantes hombres y mujeres maravillosos que con su solidaria generosidad alivianaron el peso de mi ignorancia.

Su paciencia era día con día para escuchar mis dudas, descorrer el velo de mi acentuada ignorancia y enseñar el alfabeto de la vida, asemillaron mi alma de ánimo, desarrollaron no sólo mis modestas capacidades, sino mis valores, educándome no para pasar de año… sino en cumplimiento del pensamiento de Séneca, me educaron para la vida.

Cuando escribo del maestro, no me refiero a los grandes pedagogos que han hecho historia como: Pablo Freire, Vito Alessio Robles, Estefanía Castañeda, José Vasconcelos, ellos tienen su espacio, me refiero al modesto “maestro de banquillo” que consagra su vida a darse a través de su palabra, su ejemplo, su enseñanza, que acudiendo al llamado interior de compartir el saber, deja su huella en la historia educativa de nuestras regiones y construyendo un México para todos.   

A todos los educadores de México, con afecto les digo: ¡Felicidades Maestro!, y para ustedes parafraseo a la Madre Teresa de Calcuta: “Maestro:
Enseñaste a volar,   pero no volarán tu vuelo;   enseñaste a soñar,   pero no soñarán tus sueños;   enseñaste a vivir,   pero no vivirán tu vida...

Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen,   piensen, sueñen, canten, vivan,   estará lo sencillo del camino...   que aprendieron de ti.”

En estos días de asueto, por el Día del Maestro, el filósofo fue con los miembros del Club Webberson a pedir cooperación porque había fallecido Anacorito, que como diputado había representado a la región, pero murió en la más absoluta soledad y pobreza, porque no tuvo la inteligencia de administrar la abundancia.

 ¡Vengo a pedirles ayuda!, necesito que hagan una cooperación de 2 mil pesos para enterrar a un diputado.

Los del Club Webberson, cavilaron entre sí, uno a uno sacó dinero, lo juntaron y se lo entregaron diciéndole:

 ¡Aquí tienes 6 mil… pa’ que entierres a otros dos diputados!

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