EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ…
Por Ramón Durón Ruiz
La modernidad con sus agigantados avances, por una parte ha permitido que el ser humano cada diez días tenga un invento, que una nueva patente sea registrada y por otra, ha construido una sociedad que basada en la economía posterga la espiritualidad, vive en el vértigo de la prisa que nos hace más superficiales, en la que ignoramos que rápido no es lo mismo que mejor.
Actualmente el ser humano no tiene tiempo para su familia…mucho menos para ser feliz, para encontrarse con su sino, para reconciliarse consigo mismo, para encontrar la paz que anida en su divinidad interior, para reconocer que en la imperfección es un ser perfecto.
El mundo moderno va tan rápido, que olvidamos que el secreto de la vida es ser feliz en el aquí y el ahora…El signo de nuestro tiempo es la ligereza, ir a la carrera, la prisa no sólo nos urge también nos lastima, a grado tal que cuando nos damos cuenta, hemos envejecido, ignoramos que “vivir a la carrera, de prisa, no es vivir…es sobrevivir.”
La enfermedad que la modernidad ha traído consigo, se llama estrés y sin saberlo va matándonos lentamente, si es así, es porque hemos omitido darle tiempo al tiempo, abrazar la alegría, vivir la existencia, gozar y disfrutar la fiesta de la vida.
Cierto día un sabio beduino del desierto le dijo a un rico turista: “Ustedes tienen el reloj…nosotros tenemos el tiempo” la moraleja es profunda, el tiempo sirve para construir tu historia, esa que te dice que estas en esta vida para trascender.
Así que hoy despierta tus sentidos, sal de tu zona cómoda, date tiempo para ti mismo, para encontrarte con tu grandeza, para evolucionar y crecer, para convivir con la gente de tu vida, para soñar, date tiempo para ser feliz, lo demás es tan vano como un billete de tres pesos.
Deja de racionalizar tu vida y date permiso de viajar con confianza en el Padre, de que lo que viene es lo mejor para ti…Este 2013 te invito a que te ocupes de que familia, salud, trabajo y tu vida estén en sano equilibrio.
El filósofo Gabriel Marcel, con meridiana sabiduría afirmó: “propiamente no tenemos un cuerpo; somos nuestro cuerpo” así que hoy valora el cuerpo físico que habitas, trabaja para honrar su existencia ejercitándolo y alimentándolo sanamente, por ello amorosamente te incito a que encuentres refugio en el mundo espiritual.
Hoy decídete educar a tu espíritu, a que tenga como punto de partida y de llegada a Dios, encontrarás las señales que marcan tu destino:
Entenderás que cuando eres capaz de armonizar la dimensión física, con la espiritual, tu vida funciona a las mil maravillas…Mientras la materia esta llamada a crecer y envejecer…el alma está destinada a evolucionar.
Te serán reveladas cuestiones que la humana razón no logra comprender, irás tan lejos como grande sea tu fe, te darás cuenta que en la vida no hay magia, hay magos, (como los reyes que llegaron a Belén) y como tal, trasformaras tu existencia en algo extraordinario.
Sabrás que Dios te hizo único y cuando seas capaz de escuchar y vibrar en armonía con tu divinidad interior, llegará una maravillosa auto aceptación, integrarás valores y conducta, sabiendo que no hay en la vida nadie igual a ti, que todo está hecho especialmente a la medida de la grandeza que quieras disfrutar, entonces respetarás la intimidad de tu ser.
Aprenderás que el centro de la vida radica en “amar a tu prójimo como a ti mismo” porque la fuerza del amor, interconecta tu mundo interior con el exterior, como por arte de magia llegará la armonía con el universo y una reconfortante paz interior, que logrará hacerte sentir bien contigo mismo y con el mundo que te rodea.
El viejo Filósofo te recuerda que la vida está llena de poderes especialmente para ti y que el poder del humor desmitifica los subterfugios que trae la adversidad, desdramatiza la vida porque ayuda a procesar y reír de lo que no se puede negar y acude a la parte divina que hay en tu interior.
Resulta que una pareja reñía agriamente, molesto el esposo llama a la recepción del hotel:
—¡Por favor!, vengan rápido que tengo una discusión con mi vieja y amenaza con saltar por la ventana.
—¡Señor!, –responden de la recepción– ese es un asunto estrictamente personal.
— ¡Si, ya lo sé! pero la ‘inche ventana no abre…y eso ya es ¡un problema de mantenimiento!...