¿QUÉ ‘INGAOS HACE VESTIDO DE BOMBERO?...
Por Ramón Durón Ruiz
Inicio el artículo con una historia que llena de enseñanzas: “El discípulo
dio a entender que habría que actualizar la espiritualidad, el Maestro le contó
la historia de aquel estudiante que le preguntó al librero: –– ¿No
tiene usted libros más recientes sobre anatomía? Éstos tienen al menos diez
años y necesito estar actualizado.
–– Que yo sepa, joven, –respondió el librero– en los últimos diez años no se le ha añadido al
cuerpo humano ni un sólo hueso…Tampoco,–añadió
el Maestro–, se le ha añadido nada a la
naturaleza humana en los últimos diez mil años.
La principal razón por la que las personas no son felices es porque se
complacen insanamente en sus sufrimientos…Y contó cómo viajando él cierta noche
en la litera superior de un vagón de ferrocarril, le era imposible conciliar el
sueño, porque en la litera inferior había una mujer que no dejaba de
quejarse:
–– ¡Qué sed tengo, Dios mío, qué sed tengo!
Una y otra vez se oía aquella lastimera voz, hasta que, finalmente, el
Maestro descendió pacientemente por la escalerilla, salió del departamento,
recorrió el pasillo del vagón hasta llegar al agua, llenó de agua dos grandes
vasos de papel, regresó con ellos y se los dio a la atormentada mujer:
–– Aquí tiene, señora: ¡agua!
–– ¡Muchas gracias, señor! Dios le bendiga.
El Maestro volvió a su litera, se acomodó, respiró profundo y a punto
estaba de conciliar el sueño cuando, de pronto, oyó de nuevo la lastimera
voz:
–– ¡Qué sed tenía, Dios mío, qué sed
tenía!”
El ser humano tiene una
innata adhesión para rumiar una y otra vez los problemas, para vivir en el
dolor del pasado, ahí encuentra su zona de confort, su zona
vainilla, su zona cómoda; sentirse en el papel de víctima lo reconforta, lo
lleva a que lo pobreteen, ¡Pobrecito pela’o mira como está!
Hoy rompe con ello y habla
de tus bendiciones y con ellas del inagotable racimo de las sanas alegrías, que
tienen la magia de cambiar positivamente la forma de ver el milagro del nuevo
amanecer trayendo paz a tu alma.
El tiempo ha enseñado al
viejo Filósofo que la fuerza de la espiritualidad no crea al hombre,
simplemente le ayuda a conocer su dimensión y encontrarse con su maestro
interior, a crearse y proyectarse a sí mismo lleno de una elevada autoestima, a
trabajar en el sano equilibrio que da la armonía de mente-cuerpo-espíritu.
Hoy después de dar gracias
por el milagro de la vida, disponte a recibir la luz del nuevo día con alegría,
es una manera natural de liberarte de la tristeza y la soledad, de propagar el
amor a la vida, de ser luz que bendice e ilumina, espejo que refleja bondad y
amor.
Cuando haces de la alegría
parte íntima de tu ser, aprendes que “La vida no puede ser la fiesta que
esperabas, pero mientras estás en ella…aprende a bailar” aprender a bailar
bajo la “lluvia” es ir a tu fuente nutriente de vida, ver positivamente las
cosas, aprender a ser más grandes que el dolor, sabiendo que los errores te
enseñan… porque nada es perfecto.
Uno de los ingredientes de
la alegría es el buen sentido del humor.
Resulta que después de una
ardua jornada de trabajo, un pela’o llega muy noche a casa, como buen esposo
comprensivo para no despertar a su vieja, abre despacio la puerta,
asciende lentamente la escalera, entra a su recamara y se desviste en plena
oscuridad, cuando está a punto de acostarse, la esposa que está
despierta, le dice:
–– ¡Viejo!, ¿podrías ir
a la farmacia y comprarme unas aspirinas?
El pela’o a tientas toma la
ropa, se viste en la oscuridad y sale, pero mientras lo atiende, el
farmacéutico le pregunta:
–– Perdón, ¿pero usted
es el maestro que aquí vive a la vuelta?
–– Sí, sí, soy yo, ¿Por
qué?
–– Po’s ¿Que ‘ingaos
hace vestido de bombero?
www.filosofoguemez.mx