¡REMORDIMIENTOS DE CONCIENCIA!...
Por Ramón Durón Ruiz
Carl Jung afirmó: “Hasta
lo que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá
dirigiendo tu vida y tú lo llamarás destino”
El destino del viejo
Filósofo consciente o inconscientemente está íntimamente ligado a la innata
sabiduría de los abuelos de Güémez, sabios por derecho propio…son mi escuela de
vida.
Para las abuelas
inteligentes de Güémez nada rivaliza, todo es una rica armonía con el universo,
un maridaje perfecto con la naturaleza, será porque saben que el paisaje humano
es generoso lleno de mujeres proveedoras de fe y esperanza y hombres
trabajadores por los que corre el poder de la sana alegría.
La geografía de la casa del
Filósofo va de tierras acogedoras, donde se entremezcla el agua argentina y
cristalina de ríos, arroyos y presas, con la tierra fértil de la planicie y la
montaña de los San Pedro, todo como un hermoso tapete multicolor de belleza
inacabable. Los jardines en los hogares son mantenidos por las manos laboriosas
de sus mujeres, la tierra en el campo labrada, cultivada por las manos callosas
de sus hombres de trabajo.
Las miles de aves cautivan y
maravillan a propios y extraños con su multicolor belleza y sus alegres cantos,
que con su sonata, son un homenaje de ternura a la vida, que ni la más bella
sinfonía de un genio musical puede igualar.
Los visitantes que llegan a
Güémez son flechados por el acogedor trato y la amable anfitrionía de su gente,
por el kiosco de su hermosa plaza, por la belleza de su parroquia que en más de
dos siglos de antigüedad ha visto pasar a miles de enamorados y
sus descendencias.
Los atrapa la curiosidad sin
límite por conocer la rica tradición oral, las costumbres, los personajes, la
sin igual gastronomía que desde las cocinas de humo produce el encanto de sus
olores, sabores, colores y amores, que son un homenaje que brota del alma y de
las manos mágicas de las hacendosas mujeres, –que viven con una sabiduría y
alegría que contagia– al milagro del nuevo amanecer.
En la tierra del Filósofo,
el visitante entiende por qué es fácil sucumbir ante el encanto natural de un
paisaje que embriaga los sentidos, porque se vive al ritmo y tiempo de la
naturaleza con el caleidoscopio del paisaje multicolor formado por casas de
adobe con techo de palma, pinos, mezquites, naranjos, limones, agave, aguacate,
zacate, tierra prodiga y agua limpia, que en suma tienen una magia que se
trasforma en algo que conquista y cautiva para siempre.
El que llega a conocer la
tierra de el de allá mesmo, algo de él deja aquí para siempre, a cambio se
lleva el grato recuerdo de sus pobladores que sin los males de la modernidad:
la prisa y el estrés, tienen una paz contagiosa, con la inagotable risa de los
niños que cautiva, el don de gente de sus mujeres que atrapa, el ingenio de su
hombres que prende y la sabiduría de los abuelos que enamora.
Güémez es el pueblo del
perpetuo canto de gratitud y amor a la vida…Resulta que una joven llena de
voluptuosa carnalidad llega con el campesino de allá mesmo, en busca de un
consejo que le ayude a resolver su inconveniente.
–– Cuénteme mi’jita,
–espeta el Filósofo, sentado en su viejo sillón de palma– ¿Cuál es tu problema?
–– ¡Ay Filósofo!, has de
saber que soy muy débil de carácter…Los hombres que se me acercan consiguen
fácilmente de mí todo lo que sus hormonas del placer le piden y veras que
después me vienen ¡Muchos remordimientos de conciencia!
–– ¡Aaaah! –dice el
Filósofo– tú caso es fácil, te voy a recomendar con un psicoterapeuta, que te
puede ayudar con sus técnicas y métodos pa’ que refuerces el carácter.
–– ¡Pero Filósofo!, es que
tú no me has entendido, lo que quiero más que un método que me refuerce el
carácter, es no tener después… ¡REMORDIMIENTOS DE CONCIENCIA!
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