¡¡¡CON UN ‘INCHE OJO TIENES!!!...
Por Ramón Durón Ruiz
Rubem Alves
afirmó: “Enseñar, es un ejercicio de inmortalidad” es que ser MAESTRO
ayuda a contactar con la Divinidad Interior “Las raíces latinas nos explican que el vocablo MAESTRO deriva de
magister y éste, a su vez, del adjetivo magis que significa ‘más’ o ‘más
que’…Al magister lo podríamos definir como ‘el que destaca o está por encima
del resto, por sus conocimientos y habilidades’.”1
El viejo Filósofo tiene como
maestros a los niños y a los abuelos, los niños con su innata ingenuidad y
buena fe, siempre con un alma en aprendizaje y evolución; los abuelos con su
natural sabiduría, a quienes les “interesa más arar en profundo, que poseer
en extensión” ellos tienen mucho que enseñar y el campesino de Güémez
demasiado que aprender.
Niños y abuelos viven con el
principio de la auto similitud, que al repetirse frecuentemente con dos
elementos, pasión y compromiso, traen consigo una rica variedad de lecciones,
que a simple vista parecen ser diferentes y sin embargo al proceder del mismo
principio, el amor incondicional, ayudan en la tarea de la trascendencia.
El viejo Filósofo siempre
está abierto al aprendizaje, porque sé que cuándo dejo de aprender dejo de
crecer y luego entonces…algo de mi principia a morir.
A las enseñanzas de los
niños y los abuelos, agrego los cuatro puntos cardinales de quienes en el
noreste mexicano son los maestros del Filósofo: 1.- Don Celedonio Junco de la
Vega; 2.- Don Hermenegildo “El Maistro Torres” –creador del PUP–; 3. Armando
Jiménez –El del “Gallito Inglés” en su Picardía Mexicana– y 4.- Mi
querido amigo Armando Fuentes Aguirre “Catón”.
Tras ellos vienen cientos de
MAESTROS en su calidad de personajes populares, mi región ha sido bendecida por
las manos del PADRE con el ingenio, sentido de vida, amor a la tierra, picardía
y humor de una pléyade de personajes, en los que se trasluce un espíritu
festivo, colmado de gozo por el milagro del nuevo amanecer, personajes que
vibran en lo más íntimo de su ser, con un estilo de vida que ilumina nuestro
entorno.
Personajes en los que vive y
vibra lo mejor de la alegría del colectivo social, que al emanar de lo más
esencial de las entrañas populares, con su inigualable genio e ingenio son el
santo y seña, la raíz y el compromiso de vivir un estilo de vida basado en el
amor y el humor.
Los personajes populares son
maestros de la escuela de la vida, son más grandes que el dolor, hacen “camino
al andar” representan el excepcional andamiaje de nuestras tradiciones,
personifican el entretejido de los ritos, mitos, el sincretismo, las leyendas,
la fábula, las historias, son el alma, la voz y la palabra de nuestros pueblos.
Ellos –en su papel de
maestros– sabiamente atesoran, construyen y trasmiten el conjunto de elementos
materiales, éticos, morales, filosóficos, espirituales y cosmogónicos, a través
de los cuales interpretan el vaivén de la vida.
Maestros de la escuela de la
vida que con una habilidad pedagógica sin comparación, nos conectan con la
fuente de poder, a la par que construyen un mundo que a la vez que nos
impresiona, nos cautiva, impregnado de los valores que nuestros viejos han
tenido el amor de retransmitir de generación en generación, valores que no son
otra cosa que la civilización misma en marcha.
Entre tantos MAESTROS de la
cultura popular de mi tierra están “Los Guayulones”, una familia
victorense cuyo alias se acuñó hace muchos años, para apodar a uno de sus
miembros y después por antonomasia, se hizo extensivo a otro integrante de esa
dinastía.
“El Guayulón”
–publique un libro sobre ellos– fue un hombre que se convirtió en una
celebridad en Ciudad Victoria, por ese alto sentido del humor…Siempre tenía la
inmediatez para decir la palabra adecuada con esa su gracia inigualable…Cuenta
un “sucedido” que uno de sus amigos sufrió un accidente y perdió un ojo,
por lo que el hombre estaba desconsolado convaleciendo en el Hospital Civil.
Hasta la cama del dolor,
llegó un grupo de amigos: Paco González, “El Pato” Alvite, Pancho García
San Miguel, Naim Meida, “El Pelón” García y “El Guayulón”…Uno a
uno empezaron a dar palabras de aliento al lesionado, mientras éste escuchaba,
lloraba desconsolado, lamentándose de que sin un ojo prácticamente sería un
inválido:
–– ¡Noooo! Ya la vida no
tiene sentido para mí, con lo que me encanta la política, sin un ojo ¡Soy
nada!, estoy perdido ¿Qué voy a hacer?... ¡La política es mi vida! –decía con
lastimera voz.
Cuando tocó el turno al “Guayulón”,
intentando levantar el ánimo a su cuate, simplemente dijo:
–– ¡Ya no llores ‘abrón!,
pa’ lo que hay que ver en la política...¡¡¡CON UN ‘INCHE OJO TIENES!!!...
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