¿CUÁNTO ME DAS SI TE DIGO LA VERDAD?...
Por Ramón
Durón Ruiz
Arland Ussher
afirmaba: “El humor es el sentido del absurdo, que no es otra
cosa que la desesperación que se niega a tomarse en serio a sí misma”.
El viejo
Filósofo se pregunta ¿Para qué vivir la existencia llena de hiperseriedad,
tomando la vida demasiado en serio?...si en serio o en broma…¡como quiera nos
va a cargar la huesuda!...
Este campesino
se niega rotundamente a vivir en un mundo colmado por la hiperseriedad, que
además de dejarme un mal sabor de boca, a mí y a quienes me rodean, cancela mi
armonía y natural crecimiento, a la vez que apaga el fuego de mi alma,
inhabilitando la siempre sana alegría con la que recibo el milagro de la nueva jornada.
El tiempo me
ha enseñado que la fuerza del sentido del humor, es el camino por
el que me reencuentra con la cálida pasión por la existencia, para reconocer mi
humana fragilidad, para saber de la temporalidad de los bienes, los dones, las
personas y las cosas, reconociendo que en esta vida lo único permanente es el
cambio, además el poder del humor me da una visión ennoblecida
de la rica policromía del universo.
El buen sentido del humor tiene
ese toque de vida, que edifica la casa de la felicidad, logrando en tu vida un
excepcional equilibrio físico-psíquico-espiritual, que te lleva a creer en ti y
a conservar una actitud propositiva frente al duelo o la adversidad, que te
ayuda a reír con los problemas, bailando y cantando con ellos…¡como si nadie te
viera o te oyera!...
Cuando llega la alborada,
después de elevar de hinojos tus plegarias, si te das permiso de sonreír frente
a la imagen del PADRE, reinicias tu camino de evolución espiritual soltando
lastre, tirando viejos y nuevos agravios, como si fuese un sortilegio debilitas
la timidez, en automático llega a ti una elevada autoestima, que te lleva a
reconocer uno a uno los milagros y la belleza inacabable de la vida.
Lo anterior lo traigo como
referencia debido a que dos queridos amigos se me adelantaron a rendir cuentas
al hogar del PADRE.
Hace meses falleció el Arq.
Armando Jiménez, el de la Picardía Mexicana, (se hicieron libros,
películas y obras de teatro) un hombre maravilloso que hacia juegos malabares,
verbales con el “Gallito Inglés”; y recientemente el genial Marco Antonio
Flota, ambos plenos de ingenio, referentes obligados en el humor pícaro,
sano, irreverente y revolucionario del mexicano.
Un día el Gobierno del
Distrito Federal decidió hacerle un reconocimiento, a Armando Jiménez, entregándole
una medalla en una sesión solemne, al hacer uso de la palabra, me contó –en una
mesa de la cantina más antigua de la Ciudad de México–, como fue el inicio de
su discurso:
–– ¡Señoras y Señores!,
aunque soy coahuilense de nacimiento, pero soy Defeño de corazón, he pasado la
mayor parte de mi vida en Tlalpan de mis amores; al recibir este reconocimiento
les pido se pongan de pie –en automático todos se pararon, los cientos de
invitados de sus asientos– en el anverso de la medalla que inmerecidamente me
han entregado –continuó pícaramente Armando Jiménez– dice: “Medalla al Mérito
Cívico Gobierno del Distrito Federal” por el reverso está el “Gallito
Inglés”…¡SIÉNTENSE!...
Esa genialidad acompañó
también a mi amigo el yucateco Marco Antonio Flota, dueño de una inmediatez
para lubricar las palabras, dejó claro testimonio de sus éxitos durante más de
cuatro décadas como guionista de TV, escritor de libros y articulista…En su
columna “Domingrillo” publicó:
–– “¡RRRRRRRIIIIIINNNNNGGGG!
–– ¡Bueno!, Presidencia
Municipal
–– ¡Oiga!, ¿Es cierto que el
Presidente pide mordida en licitaciones de obras y en compras?...
–– ¿Cuánto me das si te
digo la verdad?...”