¡…DE MI GENERAL!...
Por Ramón Durón Ruiz
Sócrates afirmó: “Vida
que no reflexiona, no vale la pena ser vivida”, HOY debido a la lamentable
partida de la estimada Sra. Yuleth Smer de Almaraz, por el cariño que guardo a
su familia, este viejo Filósofo reflexiona sobre la muerte. “Todos estamos de visita en este momento y lugar…Sólo estamos de
paso…Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar…¡y volver a casa!...”1
Cuando un ser querido se va
a rendir cuentas al hogar del Padre, rozamos la muerte, eso nos ayuda a cambiar
la perspectiva de la transitoriedad de la vida, nos invita a dejar de sufrir y
aprender a vivir a plenitud.
La muerte de un ser querido,
pone en el mismo plano la experiencia de mi muerte…Para este campesino, sólo
vamos de paso, desde el momento en que nacemos…algo de nosotros inicia a morir.
Víctor Frankl, neurólogo y
psiquiatra austriaco, afirmaba: “Las cosas se determinan las unas a las
otras, pero el hombre en última instancia, es su propio determinante…Lo que
llegue a ser dentro de los límites de sus facultades y de su entorno, lo tiene
que hacer por sí mismo.”
El hombre se auto determina
en la trascendencia, en base al amor incondicional…En nuestros pueblos se
respeta el arribo de la muerte, alabándola mediante la sabia tradición oral,
plena de una inigualable cosmogonía, expresada a través de los constructos
imaginarios manifiestos en los ritos, mitos, símbolos y sincretismo religioso
–que se entretejen entorno a la vida y también de la muerte– ayudando a
alivianar el peso y el paso de la muerte.
Tanatológicamente el
sincretismo religioso, los ritos, mitos y tradiciones, que le dan identidad y
riqueza a una cultura, son simbólicamente protectores para deudos y amigos; son
parte integral de una serie de rituales que sirven a los miembros de la
comunidad, para expresar el amoroso acompañamiento, la solidaridad, el afecto,
la asimilación, despedida y ayudar a sanar y cerrar el proceso de duelo.
Los rituales funerarios en
torno a la muerte, reflejan un profundo sincretismo; la muerte como proceso no
se concibe de la misma manera por el género humano, hay un profundo contraste
entre las grandes ciudades –en las que el valor del tiempo y la economía son
preponderantes– y nuestras sociedades tradicionales, en las que todo tiene un
sentido tan místico, como sagrado.
Así, la polaridad de
vida-muerte, se presenta antagónica entre nuestros pueblos y las grandes
ciudades, en estas últimas ha habido un rompimiento, un desapego, un
distanciamiento a su cultural original.
En nuestros pueblos el dolor
ajeno…¡Es nuestro, lo sentimos propio!; se vive el momento de la presencia de
la muerte –tan misteriosa como sagrada– con una espiritualidad plena, hemos
aprendido a respetar la vida en todas las etapas…incluida la final.
Para nosotros el amoroso
acompañamiento, parte de un mundo lleno de una inagotable tradición, expresada
a través de la práctica y la oralidad; en las sociedades modernas –siempre
movidas por la prisa y la economía–, se va olvidando la rica herencia cultural
de los abuelos; se autodestruyen con el paso del tiempo.
Hay una plegaria indígena,
que por su enseñanza, en este momento invoco:
“No te acerques a mi
tumba sollozando…No estoy allí…No duermo ahí…Soy como mil vientos soplando…Soy
como un diamante en la nieve, brillando…Soy la luz del sol sobre el grano
dorado…Soy la lluvia gentil del otoño esperado…Cuando despiertas en la tranquila
mañana, soy la bandada de pájaros que trina…Soy también las estrellas que
titilan, mientras cae la noche en tu ventana…Por eso, no te acerques a mi tumba
sollozando…No estoy allí...Yo no morí.” Sólo volví a la casa del PADRE.
Resulta que con motivo de la
inseguridad llega un pelotón de soldados al pueblo…El capitán los forma y les
dice: –– ¡Firmes...YA!, los que sepan música: un paso al frente.
Siete soldados
orgullosamente dan un paso al frente…El capitán les ordena:
–– Váyanse inmediatamente a
la estación del ferrocarril…¡A descargar el piano de mi general!...
1. Dicho aborigen australiano/pleno de sabiduría