EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ…
Por Ramón Durón Ruiz
Decía el bien querido, sabio y viejo poeta de mi tierra, Don Arnulfo Martínez: Si no hallan conforme todo, es cuestión de entendimiento [que hablando de las elecciones, el IFE y el procedimiento] cada quién tiene su modo de contar el mismo cuento.”
Recientemente leí: “En México hay evidencias contundentes de que se está preparando un fraude en los comicios del 1° de julio y, lejos de hacer algo para evitarlo, el IFE ha optado por ignorar los reclamos…” 1
Para el viejo filósofo, en política no hay generación espontánea, en el IFE hay sí, una labor de cientos de mexicanos, que con amor a la patria, trabajan para dar certidumbre en el proceso de nuestra democracia, llena de una rica pluralidad y movilidad política, de una creciente participación de la sociedad civil.
En la democracia más cara del mundo –la nuestra–, todos los actores políticos tienen el compromiso ético de estar a la altura de la transición, la gobernabilidad es su corresponsabilidad…Si nuestras élites políticas de verdad tienen interés en tener elecciones confiables debemos trabajar para consolidar al IFE, y para que las elecciones sean un ejercicio exitoso, deben afanarse en fortalecer nuestro andamiaje institucional.
La pluralidad es el signo de nuestro tiempo, estamos obligados a convivir en ella en una diversidad tolerante y productiva que nos lleve a reformar y construir las instituciones del siglo XXI, no a dar el réquiem a una institución electoral que es patrimonio colectivo que nadie debe erosionar, ni los de adentro ni los de afuera.
La transición electoral mexicana, se dio gracias a los reclamos democratizadores de las organizaciones sociales, México inició la redistribución del poder político que condujo, primero: en 1989-1990 a la reforma del viejo sistema electoral con el nacimiento del COFIPE; después vino la creación del IFE, que relevó a la Secretaría de Gobernación en la organización y supervisión de las elecciones; luego la actualización del padrón y la emisión de nuevas credenciales de elector, hasta el establecimiento del Tribunal Federal Electoral.
En 1993 se dio otro paso contundente en la certidumbre electoral con la aprobación, por parte del Congreso, de una serie de modificaciones al régimen electoral, se abolió la cláusula de gobernabilidad, se limitó el máximo de escaños que un partido podría obtener independientemente del porcentaje de votos, impidiendo que un sólo partido pudiese lograr reformas constitucionales.
En 1996, la reforma electoral consolidó un IFE autónomo, independiente, imparcial, ciudadanizado, que desligó por completo al Poder Ejecutivo de su integración, estableció una credencial de elector confiable, equidad electoral, tribunales electorales federales y estatales; es decir, el IFE es producto de una lucha histórica.
Desde la provincia, el filósofo tiene una visión que respeta todas las opiniones, pero creo que nuestra democracia es de instituciones y cualquier acción que prevé acciones fraudulentas podrá ser denunciada ante el IFE –si es administrativa– o ante la fiscalía especializada para dejar constancia de delitos electorales.
En plena transición democrática, quedó atrás la vieja idea de que “si gano hay elecciones limpias, si pierdo hay fraude”…Hoy todos los partidos tienen el compromiso moral de vigilar la elección y coadyuvar para que se realice apegada a la ley.
Recordemos que el procedimiento de selección de los más de 1 millón 2 mil 330 funcionarios, en las 143mil 190 casillas, pasan por una doble insaculación y su designación se efectúa en estricto orden de la lista en que aparecen los ciudadanos, habiendo además, por lo menos un representante de cada partido, más los 30 mil observadores electorales y visitantes extranjeros.
El viejo filósofo da su voto de confianza a los más de 1 millón de ciudadanos, que desde el IFE hacen que moral, ética y prácticamente sea imposible una confabulación para idear un fraude en contra de nuestra democracia.
Ellos son una garantía de la certeza de la realización de una jornada electoral limpia, pacífica y transparente…Resulta que llega a un chequeo médico un hombre joven y bien presentado, de cuerpo escultural y rostro agradable. — Fíjese doctor que los candidatos y sus campañas políticas, los conflictos entre ellos y los millones de spots, me traen todo nervioso, no puedo conciliar el sueño. — ¿Qué tal come? –inquiere el facultativo.
— Normal. — ¿Qué es para usted normal? — Pues como tres veces al día; alimentos balanceados y con pocas grasas. — Muy bien –anota el médico–¿y de ejercicio físico? — Normal. — ¿Qué es para usted normal?
— Camino todas las mañanas. — Muy bien –responde el galeno–, ¿y de sexo? — Normal. — ¿Qué es para usted normal? –vuelve a preguntar el especialista. — Una o dos veces al mes –responde el paciente, mirando de reojo a un lado y a otro. — Bueno, eso no me parece muy normal…A su edad lo normal sería dos o tres veces por semana. — Sí, para usted que es médico en Güémez eso es normal, pero no para mí, porque… ¡¡¡soy sacerdote!!!
La Jornada, domingo 10 de junio de 2012, p. 13