TANGENTE…
Por Oscar Díaz Salazar
En los últimos años se ha
comentado con regularidad el perjuicio que para el interés colectivo implica la
“supuesta” adicción a las bebidas alcohólicas del presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Con más intención de
descalificar al político panista, que preocupación real por la buena marcha del
gobierno, se ha ventilado en los medios de comunicación la afición al vino de
Felipe Calderón, que por cierto ha reconocido el michoacano en varias
entrevistas.
En la historia reciente
tenemos los casos de dos políticos que han ejercido el cargo de gobernador como
si anduvieran continuamente de parranda, en una especie de borrachera sexenal.
Emilio Martínez Manatou, de Tamaulipas y José de las Fuentes, apodado “El
Diablo” por sus paisanos de Coahuila, ejercieron el cargo de gobernador bajo
los influjos del alcohol.
Aun individuos tan
brillantes como Porfirio Muñoz Ledo, han acotado sus éxitos y mermado su
prestigio por la adicción a las bebidas embriagantes.
Escapa a mi memoria el
nombre del político que siendo muy cercano a un presidente de la república
priista, perdió la oportunidad de llegar al liderazgo de su partido, por
encontrarse en estado inconveniente (ebrio) en el momento en que el “preciso”
le llamó para ofrecerle el cargo de presidente del Comité Ejecutivo Nacional
del PRI.
Comparto estas historias
para contextualizar mi comentario en relación al grave daño que le puede hacer
a un político su afición por las bebidas embriagantes y lo que es aún peor, el
perjuicio que ocasionan a los ciudadanos, los políticos que toman decisiones
que impactan a la colectividad cuando se encuentran afectados por la ingesta de
alcohol.
Enterado de las
borracheras que de ordinario experimenta el Coordinador de comunicación social
del gobierno de Tamaulipas, Guillermo “El precioso” Martínez, no me sorprendió
que a él si lo hubieran sorprendido con la manifestación pública en la que fue
acusado de muy graves delitos.
Sabiendo - por varias y
muy serias “fuentes” - que antes de medio día ya está dando cuenta del primer
trago para mitigar la resaca de la borrachera de la víspera, es sencillo pensar
que no estaba en las mejores condiciones para responder a la enardecida
multitud que lo acusó de violador, no estaba preparado para hacer frente a un
problema que no solo es personal, es también una seria crisis para la
administración estatal en la que el regiomontano ha tenido un papel de intenso
y discreto protagonismo.
Medio día, que para “El
precioso Martínez” es inicio del día, es el momento para el primer jaibol en
“El Casino”, de ahí al restaurante de moda para ”botanear” con algún político,
con un empresario, editor o excepcionalmente con un periodista de batalla, con
un simple trabajador de la información, en donde por supuesto acompaña los
alimentos con bebidas alcohólicas…La jornada de un día normal en la vida del
Jefe de prensa, concluye en otro sitio, algún restaurante, el
club campestre, o el bar de un hotel cuando anda de gira; el sitio es variable,
la actividad es constante: ingiriendo más bebidas estimulantes.
El vocero del gobernador
es dipsómano, padece la enfermedad del alcoholismo y por eso es que en el
gremio periodístico se percibe como creíble la acusación de violador que en
forma escandalosa y valiente le grito la madre de su “supuesta” victima.
Ebrio consuetudinario,
bebedor de alcohol en cantidades industriales, el
“Precioso Martínez ”, la tiene muy difícil para convencer a
la opinión pública de su inocencia, pues si ante las autoridades el que está
obligado a probar es quien acusa, en la percepción del colectivo, en los medios
de comunicación y ante la vox populi es él quien está obligado a demostrar su
inocencia…si pretende seguir fungiendo como Coordinador de Comunicación Social de
2 estados…¿Cuales dos?, Tamaulipas y en estado de ebriedad.