EL FILÓSOFO DE GÜEMEZ…
¡Por Ramón Durón Ruiz
El viejo Filósofo ha
aprendido de esas escuelas de amor, bondad y sabiduría que son las abuelas, que
la vida es una fiesta pa’ disfrutar, gozar, amar y sonreír, porque la sonrisa
es tan sacrosanta como la vida.
La sonrisa te ayuda a
construir puentes de amor y paz, es una nítida radiografía de tu alma, que proyecta tu estado emocional, una
puerta de entrada a tu espíritu, que te ayuda a accesar con amor a la gente de
tu vida; una sonrisa es un arrumaco para el corazón, por los químicos que crea
tiene la magia de renovar tu vida.
Su resultado es generoso y
multiplicador, tiene consecuencias positivas en nuestra química orgánica y las
relaciones con los demás, su poder terapéutico minimiza el estrés, mejora el
ánimo, ahuyenta la soledad, aquieta los miedos, nos hace sentir mejor,
incrementa nuestra tolerancia y eleva la autoestima.
La sonrisa está llena de magia: hace más
seductoras a las mujeres, a los políticos les da confianza en el ciudadano, a
los jóvenes les llena de poder, a los niños los trasforma en un ángel en la
tierra.
Decía Gabriela Mistral que, “Hay
sonrisas que no son de felicidad, sino una manera de llorar con bondad”…De
cualquier manera, será porque para sonreír hay que saber llorar con el corazón,
que es una forma inteligente de sanar viejas y nuevas heridas.
Los niños enseñan que la fuerza de la
vida está en la alegría, que es tan terapéutica como sanadora, por eso vibran
con el poder de la sonrisa, que es la íntima conexión con su divinidad
interior, que les dice que es una manera sencilla de hacer más llevadera la
vida.
En los niños como en los abuelos, se
encierra la magia de la existencia, porque saben poner su alegría y sonrisa al
servicio de los demás, construyendo un maravilloso puente de amor con las almas
que son tocadas por ella, llenando el ambiente de un caleidoscopio multicolor.
Cuando tienes la sabiduría de aprender a
sonreír, entiendes que es una manera sencilla de quitar poder a los problemas,
a las fobias, al dolor y a los miedos.
Con motivo del 1 y 2 de noviembre, el
mexicano hace juegos malabares con la palabra elaborando las ingeniosas
calaveras, que no son otra cosa que una manera de reírnos de uno de los grandes
miedos del hombre: la muerte y al sonreír le quitamos poder, la podemos ver a
los ojos y de frente.
Será porque el mexicano sabio por
derecho propio, ha aprendido que sonreír es una forma de eludir la tragedia de
la infelicidad crónica, aminora el dolor, disminuye la tristeza y el miedo,
disponiéndote con amor a vivir sabia y plenamente cada instante de la vida.
No hay en la vida tema grande o pequeño,
profundo o superficial, que no pueda ser enriquecido por el poder de una
sonrisa, que tiene el poder de hacer que la gente que venga a ti se vaya mejor
de como llegó.
La sonrisa es un símbolo que en todas
las lenguas, de todos los continentes, expresa lo mismo: ánimo, consuelo, paz
interior, amor, bienestar, buenaventura, alegría y felicidad.
El viejo Filósofo te invita a que hoy
seas capaz de reconocer que vives al límite de los milagros y dándote permiso
de sonreír, mira con júbilo a tu alrededor, hacia un lado y hacia el otro,
hacia arriba y hacia abajo, y observa lo afortunado que eres al estar lleno de
bendiciones.
Recuerda que sonreír es de sabios que
entienden que sólo pasas por esta vida una sola vez y como la canción de la
Macarena “dale a tu cuerpo alegría”, con el poder y el imán que genera la
sonrisa.
A propósito de sonreír, un pela’o compra un invento
hecho en el Politécnico, el ROBOT DETECTOR DE MENTIRAS que cachetea a las
personas cuando mienten.
Decide probarlo en la cena con su hijo:
—Mijo, ¿ónde has estado hoy?
—En la escuela apá. –Responde
el joven…Viene el robot y le da un cachetadón.
—Está bien…vi una película
con mis amigos.
—¿Qué película?
—El hombre araña…El robot le
mete otra cachetada.
—Está bien –corrige el hijo–,
era una película porno.
El papá sorprendido:
—¿Cóóómo?, cuando yo tenía tu
edad, no sabía lo que era una película porno.
El robot va y le da una cachetada con la mano abierta
al papá…La mamá que observó todo, atacada de la risa, le dice burlona:
—¡Hijo tuyo tenía que ser! Y
el robot le da tremenda cachetada a la mamá.
Charles Chaplin decía que: “Un
día sin humor, es un día perdido”…