¡CON LA PUERTA DEL CARRO!...
Por Ramón Durón Ruiz
Llega un político con el
Filósofo; después de saludarlo el campesino de Güémez le invita a tomar asiento
a la vez que le sirve un vaso de jugo de naranja de la región…El político apoltronado
en un viejo sillón de palma le dice:
–– El año que entra,
hay elecciones y ando queriendo ser candidato, tú votas ¿Por personas o por
ideas?...
–– Mira, desde hace
mucho tiempo en el que pensé que no me verían más la cara de pendejo, decidí
que yo no voto personas… ¡Yo voto ideas!...
–– ¿Y si te doy un
millón de pesos?
–– ¡Ha caray! po’s
entonces VOTO POR TI… ¡PORQUE LA IDEA NO ES TAN MALA!...
Lo anterior es un reflejo
nítido de lo que en cada artículo escribo especialmente para ti, a través de
mis escritos, busco que juntos viajemos por el universo mágico de la
imaginación que la palabra crea y recrea.
Cada vez que me haces el
favor de leerme, trato de trasmitirte la luz del amor incondicional y del
ingenio expresado en el humor, que la gente de mi Tierra posee, retratándote
cada pequeño detalle de mi solar nativo, con su inigualable policromía,
con todas sus aristas, que hacen que sea el paraíso en la Tierra.
La Tierra del Filósofo es el
fiel reflejo de la armonía del hombre con la naturaleza, de una excepcional
manera de ver, vivir, de gozar el milagro de la vida y con ella la rica
diversidad que la naturaleza generosamente provee y de una excepcional cultura,
cuidada por la tradición oral de la que son recipiendarios los abuelos.
Visitar Güémez, tierra
abastecedora de esperanza, te lleva a disfrutar de una experiencia sensorial y
corporal única; extasiarse con el encanto de su histórica iglesia, con la
belleza de su bien cuidada plaza, adornada por el kiosco, por los tendajos en
donde encuentras desde anzuelos y sedal para pescar, hasta un pico y un
talache.
Disfrutar de un Cielo
trasparente, donde las nubes y el Sol se unen indisolublemente, –es un regalo
que provee armonía y equilibrio a los sentidos–, así como recrearse con las
aguas cristalinas y frescas del río Corona y de la presa Vicente Guerrero, del
verde multicolor de los bosques de pinos de la Sierra de los San Pedros.
Y cuando la tarde
languidece, extasiarse con las charlas –que cautivan– de los abuelos, que
trasmiten la sabiduría que les han dejado los años, que con el viento huasteco
de la tarde suavemente se bambolean en sus sillones de palma y por la noche
quedar cautivado por un mar inacabable de estrellas, que en conjunto nos
enseñan a disfrutar de la naturaleza, entonces es cuando entiendo…¡Que el amor
es para siempre!...
Las hábiles manos de las
mujeres de mi Tierra –en cuyo corazón siempre hay un dejo de sana alegría–
orgullosas de formar parte de la herencia gastronómica que las abuelas les
heredaron, hacen magia en la cocina de humo, con una inigualable conjugación de
colores, sabores, olores y amores que inspiran hasta al más inapetente a
deleitarse con los ricos platillos de la región, el que come en Güémez le pasan
dos cosas: 1.- Se siente en casa y 2.- Su paladar queda atrapado ahí…¡Para
siempre!...
EN GÜÉMEZ HAY DOS ELEMENTOS BÁSICOS…
1.- El Amor, que
es volver a la fuente de primaria, es ser UNO CON EL TODO, es enraizarse con la
vida y 2.- El Humor, que es acariciar nuestro Niño Interior;
es Dios revelándose a través de la alegría; es la manera más sana de
enfrentar la cotidianidad y conectar la mente con el espíritu.
Llega un amigo a ver al
viejo campesino de Güémez, lo ve todo madreado, con los ojos amoratados, un
brazo en el cabestrillo, el cuerpo más raspado que un trepadero de mapache…
–– ¿Po’s que te
paso?...
–– Es que le cogí un
pecho a mi vieja.
–– ¡Ah caray!, pues si yo le
cojo un pecho a la mía, me hace mimos…¡le gusta!...
–– ¡Sí!, nomás que yo le
cogí el pecho…¡Con la puerta del carro!...