EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ…
Por Ramón Durón Ruiz
Ese monumento a la sabiduría y la amistad como lo fue el querido sacerdote don Joaquín Antonio Peñalosa1, comenta que “fray Julián Garcés, de la orden de predicadores, llegó a México en 1528 como primer obispo de Tlaxcala, tenía entonces 70 años.
Conociendo sus dotes oratorias, fray Juan de Zumárraga mandó pedirle la receta de sermones tan sublimes: −Decid a mi hermano, el obispo de México, que cuarenta años ha que nado sin calabazas.
[Fray Julián] Tenía dos o tres dientes postizos…Predicando con vehemencia desde el púlpito, un día se le cayeron los dientes hasta el suelo…Con toda calma se bajó del púlpito, los recogió, se los acomodó y como si nada hubiera pasado, retornó al hilo del sermón: −Mirad, hijos míos, cómo me salen del fondo del corazón las palabras que os digo.”
Creo que lo mismo le pasa al viejo filósofo, hablando de las campañas, desde el fondo del corazón me salen las palabras que digo a nuestros políticos nacionales: ¡Dejen de hacer juegos malabares con nuestra endeble gobernabilidad!, en la que claramente se nota que ha habido un desempeño incapaz –por parte de todos−, para tener la creatividad de hacerla eficaz.
En la vida como en la política, el tiempo es el factor de los factores, y este no es el tiempo del enlodamiento, de la confrontación tan fraterna como estéril; es el tiempo de la oportunidad, los desafíos y los buenos resultados, que nos hagan más competitivos y productivos y que al darle viabilidad a nuestra democracia, nos lleven a construir un México mejor.
A cuatro semanas de haber iniciado “formalmente” las campañas, extiendo una respetuosa invitación a los líderes de los partidos políticos nacionales, coordinadores de campañas y candidatos, a que por sobre una campaña “negra” de difamación, confrontación, desprestigios o descalificaciones tengan la sensibilidad de privilegiar el diálogo, las propuestas, que nos encaminen a resolver los ingentes problemas de inseguridad, desempleo o pobreza extrema.
Nuestros políticos deben acordarse de que “de por sí la perra es floja… y luego le ponen tapete”, es decir, que no olviden que no gozan de buena imagen ante el colectivo social, no deben olvidar que “el conflicto −en campaña o fuera de ella−, no entusiasma al electorado”.
Lo que quiere saber el ciudadano que no anda en la política, el que sí trabaja, es ¿cómo van a lograr acordar las reformas –educativa, fiscal, laboral, indígena, del estado, energética, del congreso?
Queremos conocer sus propuestas en torno al combate a la pobreza extrema, la generación de empleos, la inseguridad, aquellas que traigan consigo la consolidación de nuestra gobernabilidad y por ende, una mejor calidad de vida para los mexicanos y que en un mundo cada vez más globalizado, nos inserten con éxito en la competitividad.
Los tiempos actuales, con un escenario tan complejo como inédito en materia de inseguridad y gobernabilidad, exigen a los viejos y nuevos actores políticos que con lucidez y compromiso patriótico, afiancen su legitimidad democrática y su interlocución entre sociedad e historia.
Que de manera prioritaria e inaplazable, al distinguir lo trascendente de lo superficial, entiendan que la política es el arte del consenso y del acuerdo, y teniendo la habilidad de dirimir civilizadamente sus diferencias, con una visión de gran calado, enriquecida por la conciencia de mexicanidad le den causa, cause y perspectiva de Estado, a las aspiraciones colectivas de un México mejor.
Creo que nuestros políticos se parecen al diputa’o aquel que con la luz del alba, después de estirarse y tomarse un café, decía: −Hoy me levanté con un ‘ingo de ganas de trabajar, de asistir hoy al congreso, de dejar de criticar y de pelearme con mis adversarios políticos, de comer menos, de hacer ejercicio, de estudiar mucho, de tener buenas propuestas y no volver a tomar… Así que mejor, me acuesto otro rato… ¡A ver si se me pasan esas pendejadas!
1Joaquín Antonio Peñalosa/Humor con Agua Bendita, 9ª edición, Editorial Jus, México.
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