EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ…
*Dedicado al prestigiado Ministro y sabio de la vida, Don Guillermo I. Ortiz Mayagoitia.
Por Ramón Durón Ruiz
Al despuntar de nuestra Independencia y en pleno siglo XIX, frente al poder centralizado y despótico de reyes y virreyes, era necesario contar con espacios de representación y de participación política que incluyeran el sentir nacional que aspiraba a un país propio, en la más amplia expresión de la palabra.
Esa fue la época del despertar del Poder Legislativo…Nuestros prohombres dedicaron su trascendente esfuerzo a construir una nación basada en la Constitución y en las leyes…Así surgieron documentos como la Constitución de Cádiz, que ideada y redactada por liberales americanos como Miguel Ramos Arizpe entre otros, sirvió de modelo constitucional; después vendrían el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, la Constitución de 1824, las Bases y leyes Constitucionales de 1836, las Bases orgánicas de 1843, el Acta constitutiva y de reformas de 1847, y la Constitución de 1857.
El desarrollo nacional encontró su modo de expresión a través del poder de la ley, de la división de poderes, del federalismo y la república…La representatividad en el Congreso –como legitimación del poder–, consolidó nuestro ser nacional…En los preludios del siglo XX, la fuerza de la razón del pueblo clamó por una revolución que cambiara de cuajo un sistema político que envejecía en la misma medida que se hacía viejo el dictador.
Los revolucionarios tuvieron el amor a la Patria para anteponer sus intereses de grupo y situar el poder del movimiento armado al servicio de la Constitución de 1917, que rompió con los paradigmas del derecho constitucional de entonces, al incluir en un mismo texto garantías individuales y sociales…Así la Revolución heredó, por una parte un extraordinario bagaje constitucional y por otra, un sistema caudillista, centralizado, unipersonal, origen del presidencialismo mexicano…El Ejecutivo federal, durante el siglo XX, sin duda alguna, se convirtió en el fiel de la balanza.
En los albores del siglo XXI, México irrumpió a través de un amplio bono en las urnas –mientras que en otros países se pactó–, con una transición democrática votada, que nuestros políticos nacionales han desaprovechado para generar mejores condiciones de vida…En plena época de crisis, el siglo XXI es del Poder Judicial, al poner orden entre los poderes y órganos de gobierno, para que se ajusten a lo que indica la Constitución.
En la Suprema Corte de Justicia de la Nación al resolver, no sólo brinda solución a los conflictos, genera criterios que sirven para juzgar casos futuros…La jurisprudencia da coherencia, sistema e integralidad a un país que tiene un orden federal, 32 órdenes estatales y casi 2,500 órdenes municipales de gobierno…Parte de la estabilidad de la nación emana de la eficiente labor jurídica de la SCJN, de donde nace la estabilidad económica, social y política…La Corte es honorabilidad, pues sus valores han hecho que se mantenga incólume la calidad moral de los juristas mexicanos…Los Ministros prestigian la vida nacional, trabajando para que el derecho sea la única herramienta de solución de conflictos y de convivencia pacífica.
La Corte ha dado certeza jurídica al camino de nuestra convivencia, al definir asuntos como: si es posible despenalizar el aborto en el DF; si son válidas las normas que permiten el matrimonio entre parejas del mismo sexo; si es correcto el trato de las víctimas y los procedimientos en la justicia militar, entre tantos temas en los que existen dos o más posibilidades, posturas, grupos, propuestas, posiciones, que exigen definición de quien tiene la razón.
Los tres poderes pueden cooperar y acordar, pero a diferencia del pasado, también pueden y deben litigar para resolver sus conflictos y desencuentros…Lo hacen cotidianamente ante la SCJN…Los municipios y las entidades federativas pueden apelar entre ellos, o contra la federación; la PGR puede llevar a juicio toda ley o norma federal, estatal o municipal que sea contraria a la Constitución…Al finalizar el siglo XX, el litigio marcó el ejercicio del poder, así el Estado constitucional y de derecho se convirtió en la máxima…El siglo XXI es el del Poder Judicial.
La Suprema Corte –las dos Ministras y los nueve Ministros–, con presión social, económica, política, mediática, pero siempre con serenidad, imparcialidad, objetividad, profesionalismo e independencia recibe, estudia y resuelve los grandes, medianos y pequeños conflictos entre poderes, entre órdenes de gobierno y entre gobierno y particulares.
En una época de vacío legislativo y de un desgastado presidencialismo, el trabajo de la SCJN es base de la consolidación de las instituciones nacionales…En el Poder Judicial hay constancia, al sesionar en Pleno y en Salas, hay transparencia…México es el único país en el mundo que ve trabajar a su Corte por TV e Internet, en tiempo real; hay un trabajo razonable, 11 Ministros con 11 visiones jurídicas, culturales, políticas y sociales, intercambian ideas y puntos de vista para votar cada sentencia, hay discusión y argumentación que la respalde…Hay una labor jurídica útil…La jurisprudencia de la Corte es obligatoria para todos los Tribunales y Juzgados del país, hay independencia; los Ministros no dependen del sexenio, de las elecciones o de los partidos…Tienen una duración de 15 años en el cargo.
Hoy la Suprema Corte da certeza a la nación, porque puede sentenciar incluso al propio poder público, para que se ajuste al mandato supremo de la ley…Eso significa en voz del jurista Alfredo Orellana Moyao, que “el siglo XXI es el siglo judicial, porque es el tiempo de los derechos, de la igualdad que da legitimidad para plantear nuestros desacuerdos y encontrarles solución respetuosa, de la tolerancia que tiene cabida aún para quienes piensan distinto, porque en caso de conflicto…hay mecanismos para solucionarlo”.
Los mexicanos llenos de picardía, al hablar de los abogados decimos: “Donde las leyes son malas…¡no sabemos qué hacer con tanto juicio!, y cuando nos preguntan: ¿porqué no las hacemos buenas?
La respuesta es: Porque donde son buenas…¡no sabemos qué hacer con tantos jueces!”