¡¡¡A ESE PUNTO QUERÍA YO LLEGAR!!!...
Por Ramón Durón Ruiz
Tamaulipas está enriquecido
por la presencia de cientos de personajes que con su actuar forjan una cultura
popular llena de alegría, sentido de vida y fina ironía, hacen que se logre el
estallido de lo diverso con los colores, olores, sabores y amores que la
cultura popular posee, dentro de estos personajes hay dos “especies” a las que
vale la pena volver la vista, ellos son: los cazadores y los
pescadores.
Como aquél viejo cazador que
platicaba con sus nietecitos, quienes lo rodeaban cariñosamente en torno al
antiguo sillón de la sala en el que estaba apoltronado.
— Miren
mijitos –les dijo señalando a la pared– ese trofeo que tengo aquí,
bueno, pues este antílope lo maté en África...de repente me pasó por enfrente,
lo centré con la mira y PUM…que lo mato...
— ¿Y ven ustedes aquel
león de allá? Bueno, pues después de matar al antílope, el león olfateó la
sangre, que se acerca sin darme cuenta; cuando volteo, que lo veo, lo pongo en
la mira y PUM…que lo mato.
— ¿Ven a ese gorila que
está allá? Ese lo cacé en otro viaje que hice al África, me lo encontré de
pronto en un árbol y PUM…que le disparo.
— Otra ocasión, tenía
cuatro días en África y no había cazado una buena presa, cuando repentinamente
que veo un oso blanco; que lo centro en la mira y...
— ¡Oye, oye guelito!...
–interrumpió unos de los nietos– los osos blancos son del Polo Norte.
— Eso fue lo que le
dije: — ¿Qué estás haciendo aquí cabrón?...¡¡¡Vete pa’ tu tierra, te
vas a deshidratar!!!...
Eso es lo que me digo a mí
mismo, qué ando haciendo en otras tareas que no sean las de vibrar con
ingenuidad provinciana, el sentido de vida, el sentido común y la buena fe con
la que el viejo Filósofo de Güémez vive.
Pescar y cazar, es algo tan antiguo como el hombre mismo; representa
una actividad que requiere habilidad, genio, sutil ingenio, graciosa picardía y
hasta fina ironía de los hombres que hacen de la pesca y la caza una vocación.
Los cazadores y
pescadores son coloquiales en su lenguaje, amables en su trato,
amigables en su actuar, con un hablar popular sencillo y ameno, a veces con
aspectos vulgares, otras más groseros, otras más altisonantes, muchas veces
rudos cual ropa de trabajo como manta tosca, como grito de amor a la vida de
una cultura popular que se niega a morir, que con voces atrevidas y las más de
las veces pícaras, llenan a nuestros personajes populares.
Entre cazadores y
pescadores es frecuente el uso de signos y de voces con doble
sentido que traslucen la desnudes de la voz popular, que dejan al
descubierto los atrevimientos, sentires y pensares siempre francos y directos
de la vocación de estos personajes, para quienes la imaginería no tiene
límites, como aquel médico de profesión, cazador y pescador de
vocación, con el que llegó Don Lupercio, un viejecito de 95 años para un
chequeo de rutina; el doctor le pregunta:
— ¿Cómo se siente?
— ¡Nunca estuve mejor!
–le responde el paciente– tengo una preciosa novia de 18 años embarazada que
tendrá un hijo mío.
El doctor, rascándose la
cabeza piensa por un momento y tosiendo nerviosamente, le dice:
— Permítame contarle
una historia: “Simpliano era tan ávido como descuidado cazador…Nunca
se perdía una temporada de caza; cierto día salió rápido de su casa y se
confundió, tomando el paraguas en vez de su rifle…Estando en el bosque,
apareció un gran oso frente a él, rápidamente levantó su paraguas, apuntó al
oso y le disparó”
— ¿Y qué pasó?
–preguntó el inquieto anciano…
— El oso cayó muerto
frente a él.
— ¡Eso es imposible!
–Exclamó Don Lupercio – ¡¡¡algún otro hombre debe haber disparado por él!!!...
— ¡¡¡A ese punto quería
yo llegar!!! -dijo el doctor…
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