EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ…
Por Ramón Durón Ruiz
Hay una frase tan sabia como llena de luz, que afirma: “Si
tratas de entender todo, no entenderás nada…La mejor forma de entender todo es
entenderte a ti y entonces, entenderás todo”.
Eso es lo que he aprendido de los viejos sabios –los
abuelos y abuelas– de nuestra tierra, entenderme yo, pa’ luego trabajar
afanosamente en ser entendido, encontrando refugio en mi divinidad interior,
que es tan pura, que trasciende el tiempo y el espacio, aprendiendo del allá y
el entonces, gozando el aquí y el ahora y que amorosamente trabaja en sentar
las bases del mañana y el después.
Así la vida del viejo Filósofo está plena de un
ensimismamiento con la alegría, quizás sea por ello que la semana que recién
concluye, tuve el honor de ser distinguido por Comunicadores Unidos A.C.- de la
tres veces Heroica Cd. de Matamoros, Tamaulipas, –que con excelencia
preside el periodista Mario Ángel Díaz Vargas–, con un reconocimiento al merito
ciudadano.
En el evento reconocieron a Don Teodoro Rentería,
sabio y sencillo periodista que goza de prestigio internacional; a Héctor
Miguel Chávez, periodista de viejo cuño, auténtica escuela de vida, inteligente
por derecho propio y al decano de los locutores en Matamoros, don Rogelio
García Lerma.
Es un honor que un grupo de tan distinguidos
periodistas, tengan tiempo de fijar sus ojos en un modesto hombre, como su
servidor, aunque a decir verdad, creo que el reconocimiento –en mi caso– fue a
las abuelas y abuelos de Güémez, que como escuela de sabiduría enseñan el
camino de la vida al viejo Filósofo.
Ellos se han tomado el tiempo para enseñarme a
desarrollar armónicamente los mecanismos vitales y racionales,
a encontrar el propósito para el que fui creado y no extraviarlo a lo
largo del camino, descubriendo el placer en las cosas naturales de la
existencia: ver, oír, respirar, sentir, saborear, comer, beber agua, tocar,
caminar, amar, ser feliz y aprender –como hombre de bien– a ser
agradecido.
Ellos me preparan pa ver la felicidad como un
proceso cotidiano, como parte integrante de la vida misma recordándome lo
importante que es viajar en dos vías paralelas: el crecimiento físico y la
evolución del alma.
El ser humano que encuentra el secreto para armonizar
ambas, está llamado a superar cualquier crisis que se presente…y a trascender.
El desarrollo del viejo Filósofo ha sido dentro de dos
crisis: las existenciales y las otras, las que impunemente nuestros políticos
han generado: crisis económica, crisis legislativa, crisis de credibilidad,
crisis de seguridad, etc.
Con ellas ha llegado una sensación de vacío de poder y
a pesar de ellas y ellos…¡aún respiro!
Aunque es importante recordar, que “no hay árbol que
no haya sido movido por la tormenta” y que toda crisis es oportunidad para el
cambio, por ello es de sabios concebir que no llegamos a esta vida para
permanecer estáticos, inamovibles, incólumes.
Cuando entendemos que las crisis generan el valor de
la trascendencia, vivimos con entusiasmo, desarrollamos nuestra tarea con la
alta frecuencia que crea el amor y generamos alegría, es entonces cuando somos
capaces de detonar el potencial que anida en nuestra alma…llega una
sorprendente como natural evolución.
Al viejo campesino de allá mesmo, que ensimismado con
la enorme sabiduría que trae la modernidad, le surge una pregunta, pa’ aquellos
que afirmaban que en diciembre se acababa el mundo…“Me pongo a trabajar,
echándole ganas a la vida, lleno de alegría y entusiasmo…¿O, me hago ‘endejo,
como que estoy muerto?
Resulta que por cumplir con la frase popular “He
perdido muchos sombreros…pero gorras ni una” con motivo de las pasadas fiestas
decembrinas, el Filósofo asistió como invitado a varios desayunos, comidas y
cenas, hecho que motivó que subiera de peso por el champurrado, los buñuelos,
los tamales y el pavo, fue entonces que decidió consultar al médico del pueblo
el afamado Dr. Roldán:
—Doctor, deme una buena receta pa’ bajar de peso.
—Para comenzar: te vas a aventar diariamente ¡¡Cinco
manzanas!!
—Me parece muy bien Doctor –dice el Filósofo– ¿Verdes ó
Rojas?
—¡¡Corriendo ‘abrón!!