¡AHORA PARECES UN PELA’O VIEJO!...
Por Ramón Durón Ruiz
El viejo Filósofo va
caminando junto a su amigo Tino; entre la plática el campesino de Güémez le
dice: –– La vieja que viene detrás de nosotros ¡está muy buena!...
El Tino voltea y le dice:
–– ¡Ah chinga’o! en efecto
viene una joven plena de carnalidad, con una minifalda y un top que no cubre lo
que la moral y las buenas costumbres exigen que se tape, se ve que “conoces de
aguacates” toy “sosprendido” Filósofo, ¿Pero cómo fregaos pudiste saberlo sin
voltear a verla?...
–– Muy sencillo
Tino, –responde el campesino de allá mesmo– la vida es demasiado
evidente: me bastó ver el brillo en la mirada seductora, lujuriosa, cargada de
intenso placer, unos ojos que buscaban la carnalidad y la ardiente
libidinosidad de los pelaos que vienen en sentido contrario.
Recuerda querido y sabio
Tino, –dijo el viejo Filósofo– el corazón del hombre habla por los
ojos, que son la puerta del alma, es a través de ellos que podemos deducir e
interpretar sentimientos, emociones y estados de ánimo, los ojos comunican…¡lo
que la voz calla!...
Nuestra comprensión ante la
bastedad del universo es tan insignificante, como para entender en su justa
dimensión cada símbolo que los ojos proveen en la vida, recuerda lo que dijo
Bill Cosby: “No todos los ojos cerrados duermen…ni todos los ojos abiertos
ven”…
“La vida nos fue
dada…pero no nos la dieron hecha” y en lo pasajero y transitorio de nuestra
existencia, es a través de los ojos, que el ser humano obtiene y da aprobación
o rechazo, reconocimiento o conexión con la vida.
Vida, que está hecha de
palabras y silencios; de susurros y recuerdos; de fortalezas y fragilidades; de
complicaciones y simplicidades; de misterios por resolver y respuestas eternas;
de enérgicas evasivas y miradas directas de animadversión o de amor.
Hay distintos tipos de
miradas, todas enseñan algo, comunican mucho: la mirada vacía, la perdida, la
paranoica, la seductora, la ingenua, le esquiva, la depresiva, la retadora, la
profunda, la alegre, la triste, la amorosa; absolutamente todas son una puerta
directa al corazón.
El pentagrama de la vida se
manifiesta a través de los ojos, ahí se revela la unión del alma y la materia,
ahí se engloba el horizonte de tu vida, tienen la magia de traer consigo una
profunda comunicación, que trasparenta y confiesa viejos y nuevos
secretos, alegrías y sinsabores, duelos y éxitos, signos y señales, voces y
silencios de tu Divinidad Interior.
Los ojos siempre comunican,
son lenguaje vivido, en ellos se compendia la vida…y la muerte, transparentan
el corazón, sacan a la luz mensajes que viven y vibran en lo más recóndito de
la raíz del alma.
Cuando los años llegan,
tienes la sabiduría para deducir e interpretar el estado de ánimo, el vigor, la
salud, la tristeza, la soledad, el abandono, el duelo, el entusiasmo, la
alegría, la plenitud, la felicidad de una persona y la conexión –intensa y viva
o flácida y endeble– con la vida, tan sólo con saber desentrañar los signos y
señales de una mirada.
Los abuelos de Güémez dicen
que: “La belleza está en los labios que la besan, en el alma que la siente y
que la vive, y en los ojos que la miran”…Afirman que “la enseñanza más
poderosa, no es la que se da de cerebro a cerebro, sino de corazón a corazón”
y cuando enseñes así, ten la humildad de hablar por el camino de los ojos.
Resulta que la mujer llega
con el esposo:
–– Con esos ojos que parecen
dos luceros al amanecer ¿Cómo me vez querido? ‘Verda’ que ahora con el pelo
corto…¡YA NO PAREZCO UNA MUJER VIEJA!...
–– ¡No! –dice el pela’o
despegando la mirada de la Tv y recorriéndola con sus ojos de arriba
abajo, ¡AHORA PARECES UN PELA’O VIEJO!...